Tuesday, October 04, 2005

15. El modelo institucional de representación cinematográfica

ASI RESULTA QUE TODO LO hasta aquí ex-puesto en juego con este Manual constituye, según nuestro deseo, una metáfora teórica sobre el camino a seguir para apreciar mejor de inmediato lo que nos comunica el cine, la experiencia cinemática. Una metáfora --discurso, figura-- del acontecimiento del cine y algunas buenas razones para pensarlo en serio (mimesis, diégesis, hermeneusis).

Hemos comunicado algo de lo mucho de positivo que encontramos en el ejercicio de la hermenéutica cinematográfica, o sea, en la interpretación analítica de películas. Hemos expresado una idea formal del acontecer cinemático como discurso académico, la síntesis de otros textos, otros puntos de vista, y la contemplación sistemática de películas. Una teoría. La propuesta concreta de una forma de realizar la apreciación cinematográfica, la propuesta de una forma de estudiar el dispositivo comunicativo del cinematógrafo, la maquinaria textual de producción y recepción de relatos de cine.

Un Manual. Elementos útiles para ver con más detalle la(s) película(s), dejando que cada quien entienda lo que quiera, lo que pueda, lo que deba comprender en cada caso.

Por tal motivo, en este punto límite de la exposición queremos delinear con toda la claridad que nos sea posible la sombra que impide técnicamente el acceso popular a la comprensión crítica del cine, es decir a la comunicación placentera de la experiencia: el modelo institucional de representación cinemática. El dispositivo cultural que reduce la recepción de películas a mero espectáculo de la industria cultural, o sea, la enajenación del/la sujeto.

Un dispositivo de interrelación que al mismo tiempo deja ver el deseo del siervo y la represión del amo, la trama de la enajenación simbólica. Lo que quiere la conciencia posible y lo que impone la inconsciencia real.

El modelo institucional de representación cinemática constituye el bioprograma "invisible" que organiza la producción del cine hecho sólo para la taquilla, la razón sin sujeto que organiza el dispositivo del cine para la plusvalía, la mercancía esencial del capitalismo tardío. La mercancía "sueño sin sueño". El montaje "ideal" para vender películas, según la reproducción del/la sujeto consumidor del capitalismo tardío. Una tecnología de control del yo singular o equipamiento de poder para la dominación del individuo posesivo inconsciente, la reflexión del panóptico en la conciencia egoísta, la vigilancia interior.

Las películas montadas según este modelo de representación son identificables, primero que nada, por su absoluta anonimia; no tienen autor(es). Muy fácilmente, ojo, se les olvida.

Aparecen como cualquier mercancía burguesa, con marca pero sin firma(s) personales visible(s), sin personalidad concreta. In-diferentes, en serie. El mayor número de las películas de este tipo de cine ni siquiera cuenta con el efecto fetiche de las "estrellas". Son casi todas las películas que se han producido diariamente desde que la proyección pública de cine se convirtió en un inmenso negocio tardocapitalista, el gran negocio del siglo XX, la compra-venta de ilusión, la industria para el control del ocio individual y colectivo.

O sea, este modelo es un resultado del intercambio mercantil, un resultado de las relaciones entre oferta y demanda, puesto a favor del productor-emisor, o sea, en contra del consumidor-receptor inmediato. Cine enajenación, cine enajenante, cine enajenado. "Ideal" para desconstruir el presente, para encontrar y mostrar, encontrar y demostrar, los límites del presente: el gran encierro planetario en el sexo, el dinero y el Estado-Capital.

Dicta, objetivamente, según las leyes del mercado, la fuerza organizadora del modelo institucional y rige --"sobredetermina"-- la producción y circulación general (industrial, marginal, contracultural, otra) de cine.

Hacer cine significa tomar posiciones ante el modelo, porque de principio nada puede hacerse de otra manera; por tanto, la recepción crítica debe arrancar criticando el modelo, presentando elementos para juzgarlo con objetividad, como cosa del mercado, para llegar a ser de veras una conciencia receptora crítica, apreciativa. Desconstruir el modelo significa desenajenar al sujeto receptor de película(s), madurar interiormente la visión de cine, adquirir verdadera autoconciencia. Actuar contra el sueño falso del modelo, contra el sueño del cine sin sujeto del modelo institucional.

En sí, el modelo institucional, demandado por el/la sujeto falogocéntrico (amo/siervo), lo explican de modo formal los capítulos anteriores. De hecho, nuestro discurso como Manual emerge directamente de la crítica permanente de tal modelo; lo iluminamos para invitar a desconstruirlo, para considerar sus límites y conflictos, por eso lo venimos mencionando desde el principio dentro del texto.

Nuestro esquema teórico para apreciar el cine emerge de lo que significa estudiar desde un punto de vista feminista, comunista y libertario el modelo institucional de cine, que es, además, el modelo que desde el fin de la segunda guerra mundial se enseña en todas las escuelas de cine del mundo. Queremos intensificar la desconstrucción crítica de este modelo, expresar y explicar su carácter represivo. Ser un código sin sujeto, una objetividad tiránica, fascista.

De tener un referente inmediato dentro de la memoria colectiva, este modelo de cine es "Hollywood", y muy en concreto las películas de serie B (internacionales). Pero, ojo, el modelo no lo representan sólo las películas de California, ni sólo las norteamericanas. Hollywood está ahora en todas partes.

Cine chatarra, imágenes depauperizantes de la conciencia libre del receptor. Deseo reprimido.
El cine que la gente compra nada más porque le gusta ver cine durante el tiempo de ocio; el tipo de cine que ha convertido en otro gran negocio del fin de siglo la renta de videogramas y la televisión. El cine que se olvida de inmediato, el cine hecho y consumido para pasar el rato sin pensar.

Algunos textos califican este modelo como "cine clásico norteamericano". Consideran que el cine hecho por Hollywood, California, durante las décadas de los treinta y cuarenta constituye el modelo clásico del cine del siglo XX. Nosotras consideramos que este juicio estético y político resulta temerario, participa en cierta forma de la enajenación imperante y propone como síntesis correcta el dispositivo enajenante, lo por esencia "incorrecto" del cine actual.

Ya los teóricos franceses de los cincuenta demostraron que la prueba de "autoridad" mostraba una distinción en contra de la institución dentro de las películas de aquellos artistas que supieron torcer para sí el cine de Hollywood. Por eso creemos útil el enunciado "modelo institucional de representación cinemática" para reconsiderar la situación de este cine desde posiciones más contraculturales. Verlo y nombrarlo originalmente como un mecanismo represivo, explotador y dominador de la conciencia; un bioprograma industraial para negar el ejercicio de la libertad personal.

Afuera de este modelo está el contra-cine. Ya lo dijimos: la vanguardia, el experimento. Pero sobre todo: la poesía. (Todo aquello que un Manual tan intencionalmente próximo a la institución únicamente puede indicar en este paréntesis de la exposición.)

No se debe olvidar que el cine antes que arte o entretenimiento ha sido una mercancía. Antes de contemplar la belleza o de pasar otro rato comiendo palomitas, hay que pagar el boleto o rentar el video. Al cine no lo podemos entender y apreciar si olvidamos la situación problemática del consumo permanente de películas dentro de la trama institucional de la vida cotidiana. El cine industrial, casi todo el cine que conocemos, es un aparato ideológico reproductor del orden simbólico falogocéntrico, un aparato para internalizar y reproducir el/la sujeto servil voluntario del capitalismo tardío. Un dispositivo para "ocupar" el tiempo de ocio.

La contracultura debe enfriar el modelo institucional, para volver al cine de veras rebelde, salvaje, autónomo, autoconsciente, autócrata. Hasta cierto grado, la contracultura cinemática la organiza la crítica, desconstrucción, sublimación y superación del modelo institucional; primero que nada, ojo, la crítica, la reflexión extensiva, comunitaria.

Lo radical de este medio de comunicación colectiva consiste precisamente en no tener inocencia. El problema del cine radica en nacer para el capital, funcionar como dispositivo para impedir la transgresión.

Por eso hay que actuar conscientemente contra la institución, derivar el cine, la reflexión, el discurso, hacia afuera del orden simbólico impuesto a la fuerza. Usar el cine para salir de los cauces normales, para desbordar los cauces y salir a la extrañeza.

El cine, entonces, nos deja gozar de la parte maldita. Sólo tiene sentido tomarlo en serio para desconstruirlo. Es decir, para juzgarlo. Para ponerlo a prueba. Sin titubeos, con temor y temblor. Desde todas las posiciones posibles e imposibles.

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