2. Etimología
SEGUN LOS DICCIONARIOS, LA PALABRA apreciar significa "poner precio" o "reconocer el mérito de las personas o las cosas". El enunciado precio, en su primera acepción expresa "el valor de una mercancía en unidad monetaria"; pero también refiere "la estima en que se tiene algo" o "el sacrificio o dolor con que se consigue algo". Y mérito es "la acción de la persona que la hace digna de elogio o de censura", "el resultado de un acto loable" o "lo que auténticamente da valor a las cosas". Todos estos campos semánticos determinan el sentido de este Manual, aunque de inmediato hemos distanciado la cuestión económica en sí. Consideramos primordial establecer lo específico de la Forma Cine, esto integra y entrega la clave "técnica" para pensar el cine como cine; pues deja ver y nombrar lo "propio" del cine como objeto de nuestra reflexión sistemática sobre la experiencia del sensorio humano: escritura-lectura del texto, proliferación de significancia. Una actividad o trabajo hermenéutico que sobredetermina el juego semántico que genera la interrelación de las palabras: trabajo, precio y pensamiento. Los hechos de sentido que produce el trabajo del pensamiento que aprecia el valor del trabajo mismo al interior de la "experiencia cinemática". El nuestro es un trabajo intelectual de carácter ético; a través de un proceso de descodificaión abstracta (semiótica y retórica), se reconocen, descubren y proponen valores para la recepción crítica de la experiencia, se crean condiciones de pensamiento (enunciados), para saber si tiene sentido tomar en serio el cine, o sea, si tiene sentido pagar dinero y hacer sacrificios de tiempo para acceder al goce íntimo de la experiencia cinemática. El trabajo puesto en juego por la máquina textual que aquí nos interrelaciona configura una constelación de enunciados para hacer saber y saber hacer la reflexión sobre la experiencia cinemática. Para así ver y nombrar el acontecimiento espiritual que le da precio al cine, el acontecimiento que nos hace apreciar el discurso cinemático, el mensaje general de las películas. Trabajamos de este modo el valor intelectual y material del cine; su mejor razón de ser un medio del pensar libre. Es decir, con este Manual no tenemos el propósito de "hacer cine" ni simplemente de "verlo bien". Aquí, de manera específica, fija, lógica, antes que nada queremos "apreciar lo cinemático en y para sí", la esencia sustancial de la mirada que nos otorga la experiencia cinematográfica, queremos ponerle precio a lo que vemos en y con la(s) película(s), saber lo que vale ver y pensar las películas --en todos sentidos. Y reconocer de forma colectiva (con este gesto público) la necesidad de realizar un sacrificio, el gasto de un exceso, es decir un trabajo; el sacrificio específico de cumplir el objetivo de este Manual-taller, la activación de la maquinaria textual concreta, a cambio de alcanzar voluntariamente el mayor placer posible en la contemplación de películas y, en general, del discurso cinemático. Pues el objetivo implica, después de realizado el sacrificio, una donación voluntaria, convertir el trabajo en placer. Salir de uno, para ingresar en la cosa del cine, para apreciar el cine. Gozar más inteligentemente (con) el cine. Comprender la cosa plural (pública) de la(s) película(s). El cine (lo cinemático en y para sí) es un acontecimiento trascendental en todo sentido, ya que, de hecho, todavía no podemos imaginar ni racionalizar lo que habrá de marcar en la psique de la especie; apenas vemos aparecer el cine dentro de la existencia mortal, no ha cumplido todavía ni un siglo completo de ser una práctica social cotidiana, apenas deviene completamente cotidiano por medio de la tv y la videograbadora; por ello hay que pensar cada vez más en común y más en serio el precio y aprecio que le debemos otorgar a la experiencia cinemática, o sea, su valor real, el valor que tiene en nuestra vida personal y lo que ello significa en y para el siglo que la ve comenzar a estar ahí como nueva figura de la conciencia, el siglo que la conoce y conoció vuelta casi únicamente la mercancía hiperfetiche de la industria cultural del capitalismo tardío... un siempre "gris", "muy gris" dispositivo mercantil para enajenar el sufrimiento real de todos y de todo, un muy etéreo y diluido pero letal opio del pueblo global de la postmodernidad sin chiste, un soporífero de religión sin religión ni cafeína, hecho para olvidar el sufrimiento que impone la depauperación creciente de la fuerza de trabajo, o sea, como la mercancía cultural del mundo planetarizado a la fuerza, sólo a la fuerza por el capitalismo tardío (fase donde el modo de producción subsume el consumo, o sea, el valor de uso, y determina para consumir sin consciencia la conciencia del consumidor; fase donde el capital, sólo el capital, sólo el objeto sin sujeto, produce, transmite y consume la cultura colectiva). Y por eso mismo, por su pertenencia íntima al capital, el cine también puede ser la mercancía que, paradójicamente, deviene anti-mercantil, la mercancía que revela la parte maldita, lo interdicto: arte y filosofía, y al mismo tiempo la superación del arte y la filosofía... pensar el pensar... Un nuevo pensamiento, un comunicar(se) radicalmente diferente, lo eléctrico, la respuesta del tiempo presente al trabajo de la tradición contracultural sobre el acontecimiento de pensar con la mirada y de mirar el pensamiento. El cine, entonces, por el lado negativo, funciona como anestesia y amnesia de la(s) libertad(es) radical(es); nadie lo niega. Pero por el otro lado, el positivo, el cine es el territorio donde habla el porvenir salvaje, el sitio fantasmático donde se expresa el gesto que nos saca del encierro, la sombra en la caverna que hace despertar la conciencia de los prisioneros. Por su sombra perversa, mercancía industrial, el cine es la mercancía que sale y hace salir afuera del modo de producción capitalista, hace acontecer su paradójica, inquietante de(s)construcción desde el espíritu. La profecía. Y funciona como lugar de encuentro y zona de acuerdo con el otro, la sociedad y el cosmos. Zona trascendente para el ejercicio ya en este momento postfeminista radical de la desconstrucción del discurso fuerte de Occidente. El más allá del sujeto existencial falogocéntrico. Sí, en esta voluntad de pensar y decir con forma académica la cosa cinematográfica y su gozo. Hay que pensar un precio del cine que tome más en cuenta los muchos elementos que deben conjugarse para que ocurra la experiencia cinemática; para que así, con ese precio plural, quede clara la marca que deja el hecho en sí de ver una película, es decir el trabajo personal de recibirla y trabajarla en y para la conciencia; de percibir la mimesis y aspeccionar la diégesis, activar el trabajo de interpretar la(s) película(s) para ver la idea radical del cine. Un precio todavía muy difícil de fijar y pagar, porque es el precio de un acontecimiento en efecto inapreciable por completo. Fuera de este modo de poner precio y dar mérito, éste, el nuestro, tardocapitalista = nihilista. Un precio "inapreciable", sin precio, por paradójico, porque, decimos, desde cierta perspectiva, la del opio y la ilusión, puede ser despreciable, mínimo, nada de nada; y al mismo tiempo, desde otra perspectiva, la que busca lo esencial de la vida, la que sigue el proyecto radical de indagar por el deber ser más íntimo de la existencia personal, el cine resulta ser de un valor e interés incalculables, fuera de precio, pues le da otra forma, una más amplia, a la conciencia, la deja pensar la aspección (intelectual) y percepción (sensual) del mundo, la deja ver la mirada... la razón de ser. Si en los hechos el cinematógrafo logra anestesiar tanto dolor y sacrificio innecesarios, tanta plusvalía, tanto exceso explotador de la racionalidad instrumental administrativa (que, por ejemplo, ya en el lado de la policía del alma, como herramienta para el estudio de tiempos y movimientos de trabajo y ocio en el taller y la fábrica, el cine regula visual, gráfica y verbalmente la sustancia para sí del proceso de explotación de la fuerza de trabajo); entonces, en su contraparte energética, en su sombra burguesa, el cine también puede comprenderse como un síntoma de utopía(s), el deseo de un deseo supremo, una zona de roce(s) entre el deseo y la institución donde triunfa el deseo de desear. Desborde de precios. Hiperfetiche. Objeto que subjetiva lo sagrado actual. Muchos valores en tensión inquieta. Inflación idolátrica, idolatría que diviniza al ídolo por ser sólo ídolo, inquisición y mística internalizadas, la última hoguera de la religión en la casa de la presencia. Así el sentido del cine siempre está todavía afuera de los precios, vale más que eso, más que todo. Está donde comienza la diferencia sutil del "aprecio"; el afecto, la consideración, el cariño, la estimación... hacer caso a la otredad del otro. De ese modo, el cine sale de la oscuridad nihilista, camina por la otra orilla y constituye el pensamiento que hace el siglo sobre la praxis del siglo, y así sucesivamente. La crisis y crítica de la realidad. Una lente espiritual que deja pasar la luz de la razón libre. Porque todavía no se sabe lo que puede comunicar el cine, y, sin embargo, desconociendo aún su precio material concreto, hay que apreciarlo con el discurso abstracto de la teoría crítica, para saber de alguna manera lo que vale el trabajo de leer/interpretar la marca del cine en la conciencia, la mirada que otorga el cine, el sueño y la vigilia del cine... En la manera como afecta todas las valoraciones contemporáneas, en la marca que produce el acontecimiento de una película, la figura cinemática, algo completamente nuevo en la conciencia. La primera manifestación mágica del nuevo medio eléctrico que habitamos desde hace poco más de un siglo, su internalización como nueva casa del ser, la maravilla del cine, su identificación con el discurso que critica la metafísica de occidente, el cine y sus maravillas, el cine en el país de las maravillas; habitar la manifestación cinemática de nuevos deseos libertarios, ver de verdad el significado práctico de las utopías que hace desear la imagen (movimiento, tiempo). De ahí, de todo eso y tanto puesto en juego, el trabajo real de un manual de apreciación cinematográfica tiene como una de sus principales formas de acceso a su principal objetivo fijarle en serio un precio al cine; económico-político, para encontrar el principio de la realidad del cine, lo real de la película y las películas, el problema de ser una industria capitalista, su marca social; y, una vez criticada la apariencia mercantil del cine del siglo XX, contra la economía política y la política económica, contra la economía y la política, ponerle precio ontológico, precio fundamental, decisivo, o sea, apreciar mejor el mensaje del cine en relación con nuestra propia existencia pensante, es decir respecto a nuestra persona, convocada a vivir (pensar/hacer) la sabiduría*. Apreciar el cine como mérito de la conciencia libre, como triunfo del pensamiento. Ser puro devenir pensamiento sin sujeto, conciencia ideal de la dinámica de la pantalla; libertad(es). Deseo. Escopofilia. El gusto que causa el gesto de mirar el resplandor del cine. El tierno fuego eléctrico de Frankenstein, el monstruoso Prometeo moderno. Que del lado postmoderno del cine más actual, como en Orlando de Virginia Woolf, cambia de género y sexo, deviene Pandora y su caja que no es caja sino ánfora. Otro decir, otro pensar. No por necesidad un pensar "nuevo" pero sí en todos los casos un pensar distinto, diferente, otro de hecho. Con sistema. Por tanto, aunque aquí no evitamos analizar el cine como obra de arte y objeto de entretenimiento, nuestro interés reflexivo siempre quiere ir más lejos en la reflexión crítica. Queremos estar ya incluso después de la acción de resistencia contra la sociedad del espectáculo --¡y justo con un manual sobre el espectáculo de moda! Nuestra propuesta analítica se dirige hacia la plena autoconciencia del modelo de representación cinemática de la imagen puesto en acción por el acontecimiento del cine, la(s) película(s), o sea, la forma general como el cine se (nos) comunica. La Forma Película --según el orden simbólico predominante todavía en la globalización del tardocapitalismo financiero. Ver para nombrar de modo recursivo y así ejercer subjetividades otras, distintas --según esta figura de escritura y su episteme: la experiencia cinemática. * "Este cosmos --el mismo para todos-- no fue hecho por ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y según medida se extingue." HERACLITO, fragmento 30. |
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