5. Pensar el cine
QUEREMOS APRENDER A PENSAR MEJOR el cine, volvernos más conscientes de lo que hacemos cuando vemos una película y pensamos en las películas, con ese aprendizaje buscamos superar el estado de ilusión que rodea al cine-espectáculo y obtener cada vez mayor placer consciente, o sea, mayor comprensión inteligente de la existencia justa, sabia y feliz por medio de la recepción crítica radical de películas. Queremos pensar el significado actual de lo cinemático eléctrico (diaporama, película, televisión, video, computadora...), entendido muy especialmente en tanto expresión histórica y nueva forma de practicar el conocimiento de la persona, la sociedad y el cosmos, una manera nunca antes vista pero deseada por los ojos desde hace siglos --para practicar en común, con sentido, el camino de la sabiduría; queremos ver y nombrar el discurso cinemático como ascenso en el proceso evolutivo de la conciencia humana. Una forma nueva de emplear la conciencia, un cambio en la forma de la memoria. Otro valor para los ojos. Entonces, pensar el cine significa estar situados en el futuro con el conocimiento del pasado, con las llaves de una tradición. Habitar la crítica radical del presente, gozar el cambio permanente. Hacía miles, si no millones de años que no aparecía una forma tan nueva de comunicación, una manera radicalmente diferente de transmitir la experiencia estética de lo sublime, un elevamiento general en la comprensión de la esencia de la vida. Otra concepción del estar ahí, puestos en juego como existencia en el tiempo. El encuentro de Oriente, representado por la quietud somática del espectador en su asiento, y de Occidente, la acción siempre inquieta de la pantalla en la psique, aun durante las imágenes fijas. La poesía visual del movimiento que fija el cine. La verdad del cine. Cuando la verdad del cine manifiesta su belleza. La actualidad, el tiempo. El movimiento fijo de la poiesis del cine. Un modo distinto de estructurar la imagen, por acumulación dirigida. Todo lo que nada más con verlo (nos) comunica el tiempo del cine. De ahí la grandeza intelectual del cinematógrafo: ser archiescritura... en las formas que lo hacen retumbar, que lo amplían y diseminan (ahora) por todos lados. La grandeza espiritual del impulso múltiple y cada vez más variado, con más matices y tonos, de las pantallas eléctricas, el impulso que vuelve insuperable la experiencia cinemática para sí. Es decir, la pulsión que la hace prácticamente indefinible mas nunca ininteligible para los individuos que lo experimentamos por primera vez en la historia, después de millones, miles de años de espera; pues lo propio del cine, lo que debemos pensar para apreciarlo en tanto cine, es decir en tanto profecía del pensar, profecía perfecta, resulta ser nuestro propio continente espiritual, nuestro "vehículo", el borde de la episteme, la nueva casa del ser, una habitación para cada quien, un lugar humano --para pensar y resolver mejor la existencia, ya que el cine necesaria, ontológicamente rebasa lo individual y lo colectivo, marca otro giro o nudo en la trama del devenir historia de la historia de la conciencia, pues apenas comienza a estar en la conciencia de los hombres y está ya actuando como marca real del pensar colectivo*, como posibilidad de volver deriva (feliz) el inminente, evidente proceso de planetarización de la civilización propia del Capital-Estado, deriva que sale hacia afuera de la forma capital. Materialmente el cine apenas empieza a marcar su huella en la del cerebro humano, apenas comenzamos a vislumbrar lo que nos hace y hará pensar la experiencia cinemática. Como taller de apreciación cinematográfica trabajamos con la intención de crear mejores condiciones, condiciones más óptimas para el ejercicio de la razón ilustrada, a fin de alcanzar la situación estable de espectadores autoconscientes del cine, es decir conciencia(s) despierta(s) ante la experiencia cinemática, conciencia(s) intérprete(s) que goza(n) voluntariamente (desde/en/con/por/sobre) el mensaje cinemático, o sea, que obtiene(n) de la experiencia cinemática el mayor placer efectivamente posible con cada reflexión y cada nueva recepción, porque realizan el deseo de pensar. A fin de sublimar el cerco represivo de la institución. Interpretar por cuenta propia, conocer. Nuestro objetivo consiste en crear condiciones para que cada tallerista pueda entender objetivamente mejor el acontecimiento del cine dentro de su propia existencia pensante; la razón de ser de la comunicación cinemática en nuestras vidas personales y colectivas. Trabajamos el mejor entendimiento de lo que el cine desea comunicarnos a todos y cada una de nuestras personas al hacernos desear saber más sobre el cine en tanto cosa del pensamiento, más desde todos los puntos de vista que sea posible pensar, y siempre con la buena intención de saber cada vez más sobre el sentido de la vida pensante, que es el punto donde el cine mejor nos pone a pensar en serio. Porque nos encontramos trabajando directamente la comprensión de un nuevo medio de comunicación, un medio verdaderamente moderno, esto es, nunca antes visto por el hombre; un medio sin igual, un medio que nos convoca a imaginar visualmente el futuro donde nos proyecta la civilización eléctrica, un medio original, porque nos da un nuevo porvenir a los mortales. Marca una nueva huella de existencia mortal consciente. Siendo una industria, el cine, la comunicación cinemática (diaporama, película, televisión, video, computadora...), supera materialmente el (des)orden cultural civilizatorio de la misma industria (angustia, inhibición, violencia...), sublima la neurosis del (des)orden impuesto a la fuerza, sin miramientos, por el modo de producción donde la(s) película(s) emerge(n) vueltas mensaje espectáculo, anestesia para el sensorio humano; hace descansar, y en ello radica su efecto amnésico, el olvido que produce el cine espectáculo para hacer tolerar el encierro, en el hecho de hacer descansar de modo ilusionado la subjetividad escindida, es decir egoísta, avara, usuraria. El cine enajena, esa es su función industrial, ser el medio/mensaje de la enajenación de la fuerza de trabajo al orden económico del contrato asalariado; por eso la interpretación comunitaria del cine significa superar ese límite histórico, ese golpe del presente, y así la crítica del cine, su apreciación sabia, inteligente, que deviene conversación, sublima el modo de producción que demanda también al cine como arte y comunicación colectiva, la apreciación, nuestro trabajo, deviene impulso popular utópico sin titubeos y sin paralelo, impulso único, que todavía no podemos terminar de comprender, porque sólo somos, de principio, una escisión, una fragmentariedad creciente, y esto de la unidad figural del cine lo estamos viendo emerger incontenible, enigmático. Porque el cine --desde afuera-- nos impulsa hacia afuera del marco egoísta de la plusvalía y la racionalidad instrumental administrativa. La memoria del cine es un espacio virtual para la emancipación del modo de producción que todo lo subordina a la valoración del valor dinero. Una nueva forma de pensar otra conciencia, otros sueños, otra vida... El deseo sin sujeto que nos reúne como taller a través de este Manual. El trabajo de conversar el cine, para gozar la experiencia, el placer de la conciencia cinemática. La comunicación cinemática, por replicar de muchos modos la caverna platónica, quizá sea, tenga que ser un proyecto filosófico radical para realizar la salida, un umbral para terminar de ilustrarnos, pensar los ojos, la respuesta liberadora final, la comprensión del enigma. Vivir sabiamente. Ver y nombrar el pensamiento en acción, la materia de las comunicaciones. Tanto por sus efectos psicológicos --liberar la unidad de la conciencia, dejar pensar por cuenta propia--, como por sus efectos religiosos --hacer olvidar la teología y devolvernos el secreto sin dogma(s) de lo místico--, el cine (y sus efectos diseminadores de libertades) nos demuestra(n) que lo inefable se comunica y comprende, o sea, que lo inefable místico no es de verdad inefable ni místico para el/la sujeto ni para la colectividad, que la buena voluntad permite comunicar lo indecible mismo**. El cine funda entonces lo sagrado afuera de la religión y las religiones, religa sin mancha y sin deuda con lo esencial, hace salir de la ilusión egoísta que reduce el goce a olvido anestésico de la muerte corporal individual, la muerte imposible, impensable, en falso; ya que el cine, aunque aparezca de inmediato como un mero soñar falso, pone un precio diferente, más visual, al principio de la realidad, al modo de vivir la vida; nos hace pensar tal cual es la aventura humana, el juego del tiempo, sin engaño ni autoengaño, el tiempo, sin sentido pero vivible, gozable, perdurable en su fragmentaria finitud inmediata. Nos invita a pensar una quietud meditativa, la contemplación sacra de una pantalla quieta, fija en el movimiento del río del tiempo del pensar del tiempo... Cuando pensamos el cine como acontecimiento ontológico nos encontramos en situación de trabajar directamente con la sustancia del pensar, con el significado de nuestra propia existencia pensante tanto como individuos que como grupo y grupos; y así el cine ha demostrado ser un vehículo trascendental para la festiva revuelta que emancipa de las instituciones falogocéntricas convocando a la comunidad feliz de los individuos y los grupos y el grupo. Una vez tomado en serio, como reflexión que piensa la verdad del ser, el discurso del cine, su significado, hace pensar por cuenta propia, y así nos deja conocernos mejor a nosotros mismos y reconocer también mejor la sagrada presencia diferente del otro. Funda comunidad de comunicación y de comunicaciones. El trabajo de este Manual-taller deja ver de modo ilustrado, es decir sin ilusiones inconscientes, de modo razonable, fácilmente comprensible para cualquier persona de buena voluntad, o sea, de modo auténticamente científico, la experiencia cinemática en tanto objeto del deseo de la perversa mirada que busca el Afuera (justicia, sabiduría y felicidad), el comunismo solidario. Deja ver y nombrar la unidad de conciencia libre sin sujeto individual encerrado en el Ego, sin sujeto por completo aislado en sí mismo; ver y nombrar la otredad en que se legitima y funda la presencia de todo uno para sí, ver y nombrar nuestra diferencia común, nuestra reiterada diferencia común. Hacer que nuestros ojos y el cerebro conecten con la imagen del placer cinemático del cine, para realizar en común, sin limitaciones ilusorias, colectivamente, ¿en silencio?, ¿a oscuras?, el acceso a la sabiduría por medio de la apreciación cinematográfica, encontrar lo real de las películas, la esencia de la poesía. La justicia social. Producir autoconciencia cinemática. Bien visto, una sociedad donde todos sean completamente libres y, por tanto, dichosos con su suerte personal. Todo ello hace trabajar en nuestra mente y praxis un manual de apreciación del cine. Ahora debe ser más claro para quien lea esto de corrido el por qué de la abstracción y el alejamiento semiótico, retórico, informático. Creemos necesario ese alejamiento, tal abstracción, para integrar una imagen sintética sobre el mensaje ontológico del cine como sistema de escritura, con especial interés por el placer que produce al conocimiento. El cine como complejo asidero para atravesar la oscura noche del nihilismo. Queremos trabajar la razón del cine como objeto de sabiduría, tanto en la mimesis, el significante, como en la diégesis, el significado. Lo nuevo del cine. Y sus efectos como fármaco, veneno y anti-veneno al mismo tiempo. El cine en tanto cosa de la memoria (personal, colectiva). * Más que la religión positiva, más que cualquier nacionalidad o raza, más que los Beatles y Mickey Mouse. Más. Y siempre con una sacralidad profunda y mística, de identificación y proyección con lo sagrado después de la muerte de Dios y del olvido de las religiones. ** "Una armonía invisible es más intensa que otra visible." Heráclito, fragmento 54. |
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